Hoy tenía filetes de sardina para la comida. No tenía tiempo para prepararlos siguiendo una receta elaborada, así que me armé de valor y a experimentar.
El experimento consistía básicamenete en averiguar hasta dónde podía exigir antiadherencia a mi plancha de cocina. Batí un huevo, remojé en él los filetes de pescado y con cierto temor los dejé caer en la plancha.
El resultado: unos deliciosos y dukanianos filetes de sardina, sin una sola gota de aceite. ¡Y no se pegaron nada de nada! Los acompañé de unos tomates a la plancha y una pequeña ración de arroz en blanco con hierbas provenzales. En resumen, hoy disfruté de un verdadero manjar.
Rico, rico. Y más fácil, imposible.